domingo, 6 de diciembre de 2009

Lobos en Saki

La presencia de los animales —y de los animales como símbolos del elemento salvaje e indómito de la naturaleza y del propio ser humano— constituye uno de los rasgos característicos de la obra de Saki. De los 143 cuentos que conocemos de él, seis tienen como protagonistas a lobos o personajes licántropos; en ellos —y de un modo muy sakiano—, el tema de la «lobidad» es tratado doblemente, en clave trágica y burlona. «La loba» (contenido en Animales y superanimales) narra, con tono cómico y ligero, la metamorfosis de una de las damas invitadas en una casa de la campiña inglesa. El magistral «Gabriel-Ernest» (Reginald en Rusia) funde belleza y amenaza en el personaje del efebo que da título al cuento, cuyo atractivo erótico resulta indisociable de su naturaleza oculta, feroz e implacable: a pesar de sus esfuerzos, el protagonista no alcanza a salvar antes de que se oculte el último rayo de sol al hijo pequeño de una familia campesina al que Gabriel-Ernest acompaña amablemente a su casa. Los lobos de «El día de la santa» (Animales y superanimales) contribuyen a crear un clima de inminente peligro en un bosque de las cercanías de Viena, aunque al final la historia se resuelve inesperadamente y los lobos resultan no ser tales. En cambio, en «Los lobos de Cernogratz» (Los juguetes de la paz), ambientado también en un bosque austrohúngaro, los animales se congregan para aullar, en cumplimiento de una leyenda local, en torno al castillo en el que agoniza, frente a una ventana abierta al frío del invierno, la última descendiente de una familia aristócrata a quien la ruina había llevado a emplearse como gobernanta de los nuevos dueños de la propiedad. En «Los intrusos» (Los juguetes de la paz), dos propietarios rurales enemistados desde varias generaciones por una cuestión de lindes se encuentran en el bosque que divide sus tierras; los dos desean matar al otro, pero, antes de que puedan actuar, la tormenta derriba un árbol y los deja heridos e inmovilizados; mientras esperan a sus hombres, se reconcilian, pero lo que aparece de la oscuridad del bosque es una manada de lobos dispuestos a hacer valer sus derechos. También en «El contador de cuentos» (Animales y superanimales), aunque el relato está ambientado en un parque propio de cuentos de hadas, el lobo es el agente de unas potencias salvajes y primarias que no tienen piedad alguna por lo civilizado y lo «horriblemente bueno».
En una carta escrita a su hermana Ethel desde Varsovia el 1 de agosto de 1904, Hector Munro le pregunta:
¿Has pensado en tener un lobo en vez de un perro? No habría que pagar ningún permiso y, al principio, se podría alimentar mayormente de los Inkton más pequeños, con algunas galletas de vez en cuando para variar. Tendrías que entrenarlo para que distinguiera a los niños Vernon de otros productos comestibles, o de otro modo la cocinera aparecería con labios temblorosos poco antes de la hora del desayuno diciendo que no hay leche en la casa. Además, la tía Tom y tú podríais hacer la compra con toda tranquilidad, como más abajo. Piénsalo.



Fuentes:
LÓPEZ GUIX, Juan Gabriel, Epílogo a El contador de cuentos, Barcelona, Ekaré, 2008.
MUNRO, Ethel, «Biography of Saki», incluido en MUNRO, Hector. H, The Square Egg, Londres, John Lane, 1924, p. 71.