lunes, 29 de marzo de 2010

Gatos y ratones

En Louise, un cuento de Saki publicado en The Morning Post el 16 de junio de 1914 (y luego incluido de forma póstuma en Los juguetes de la paz, 1919), la protagonista, Jane Thropplestance, «la mujer más despistada de Middlesex», vuelve a casa tras una tarde de compras y se da cuenta de que ha perdido a su sobrina. Su hermana, lady Susan Beanford, de quien Clovis Sangrail opinaba que «había contraído un resfriado en la coronación de la reina Victoria y lo arrastraba desde entonces», comenta:
No habréis visitado ninguna iglesia, ¿verdad? Si la encuentan deambulando por la abadía de Westminster o por San Pedro, en la plaza Eaton, sin que sea capaz de dar una razón convincente de su presencia, la confundirán con una sufragista y la enviarán a Reginald McKenna.
Desde el último tercio del siglo XIX, existieron en Gran Bretaña organizaciones que lucharon en favor del sufragio femenino. Dos de las más activas a principios del siglo XX fueron la Women's Social and Political Union (WSPU), fundada en 1903 por Emmeline Pankhurst (1858-1928) y su hija Christabel (1880-1958), y la National Union of Women's Suffrage Societies (NUWSS), nacida en 1897 de la fusión de diversas sociedades sufragistas de todo el país y dirigida por Millicent Fawcett (1847-1929). A diferencia de la NUWSS, que siempre evitó quebrantar la ley, la WSPU llevó a cabo actividades que acabaron con el encarcelamiento de sus activistas. Estos dos tipos de tácticas llevaron a la distinción entre suffragists («constitucionalistas») y suffragettes («militantes»).


Entre 1905 y el estallido de la Primera Guerra Mundial, unas mil mujeres y unos cuarenta hombres fueron encarcelados por acciones cometidas en defensa de «la Causa». Las medidas empleadas en un primer momento fueron pacíficas (reuniones, reparto de propaganda o la interrupción de los discursos de los políticos, por ejemplo). Adquieron mayor violencia a partir de 1908, cuando Henry Campbell-Bannerman (1836-1908) abandonó el gobierno y Henry Asquith (1852-1928) fue nombrado primer ministro, cargo que ocupó hasta 1916. Asquith era radicalmente opuesto al voto femenino. El 30 de junio de 1908, dos militantes rompieron a pedradas las ventanas de su residencia en la calle Downing, y la táctica de lanzar piedras y romper ventanas fue adoptada por el movimiento activista.


A partir de 1912, esas tácticas se hicieron más violentas: rotura masiva de escaparates, incendios de edificios  e instalaciones deportivas, quemas con ácido de campos de golf («No Vote. No Golf!» fue una de las consignas), destrucción del correo en los buzones, cortes de los cables telefónicos y telegráficos, así como ataques contra los cuadros expuestos en las galerías de arte. El 1 de marzo de 1912 a las cinco y media de la tarde, en una acción sincronizada, Emmeline Pankhurst y dos sufragistas más volvieron a romper las ventanas del número 10 de la calle Downing, mientras otras 150 sufragistas destrozaban multitud de escaparates en el centro de Londres.


En esta dirección, la escritora Vera Brittain (1893-1970) presenta a la compositora Ethel Smyth (1858-1944), Gran Dama del Imperio británico y autora del himno sufragista The March of Women, quien recuerda aquella tarde de cristales rotos.

Las acciones fueron cada vez más agresivas, y en una de ellas murió Emily Davison en el derby de Epsom. Sin embargo, el 10 de agosto de 1914, a los pocos días del estallido de la guerra, el gobierno ordenó la liberación de todas las sufragistas encarceladas. Emmeline Pankhurst pidió el cese de las acciones militantes, y las sufragistas, anteponiendo el interés nacional, aceptaron postergar sus reivindicaciones hasta el final del conflicto. En 1918, el gobierno británico concedió el voto a las mujeres mayores de 30 años y a los hombres mayores de 21; en 1928, las mujeres fueron equiparadas a los hombres.

Emancipation of Women, 1 (película)


Emancipation of Women, 2 (película)


Una de las tácticas de lucha a las que recurrieron las sufragistas en los años anteriores a la guerra fueron las huelgas de hambre. En julio de 1909, Marion Wallace-Dunlop, encarcelada por realizar una pintada en la Cámara de los Comunes, emprendió una huelga de hambre para exigir que la consideraran como una presa política. Las autoridades, temerosas de que muriera en prisión, la liberaron tras un ayuno de 91 horas.

Como había ocurrido con la rotura de ventanas y escaparates, también esta táctica fue adoptada por el movimiento sufragista. A finales de septiembre de ese año, Herbert Gladstone (1854-1930), secretario de Interior reaccionó aprobando la alimentación forzosa de las presas, una práctica utilizada tradicionalmente con los enfermos mentales. Ésta solía consistir en la introducción en el cuerpo de una mezcla de leche y huevo o una solución hecha de Bovril por medio de una sonda nasogástrica. También se utilizaron sondas gástricas y rectales, como en el caso de Fanny Parker (1875-1924), sobrina de lord Kitchener.


En abril de 1913, Reginald McKenna (1863-1943), secretario de Interior después de Herbert Gladstone y Winston Churchill (1874-1865), hizo aprobar la Ley de Excarcelación Temporal de Prisioneros por Mala Salud.


Dicha ley fue conocida como Ley del Gato y el Ratón, puesto que permitía la puesta en libertad de las huelguistas y postergaba el cumplimiento de la sentencia hasta que hubieran recuperado fuerzas. Bajo su amparo, como escribe June Purvis:
se liberaba a los «ratones», a menudo próximos a la muerte (sobre todo, tras una huelga de hambre y de sed), éstos intentaban entonces evitar la nueva detención, y el «gato» volvía a atraparlos (con frecuencia, en un estado de debilidad) tantas veces como fuera necesario.
A esta ley se refiere displicentemente Saki en su cuento.





Fuentes:
CRAWFORD, Elizabeth, The Women's Suffrage Movement: A Reference Guide (1866-1928), Londres, UCL Press, 1999. 
MUNRO, Hector Hugh (Saki), Cuentos completos, ed. Juan Gabriel López Guix, Barcelona, Alpha Decay, 2005.
PANKHURST, Sylvia E., The Sufragette. The History of the Women's Militant Suffrage Movement (1905-1910), Nueva York, Sturgis & Walton, 1911.
PURVIS, June, y Sandra Stanley HOLTON, Votes for Women, Londres, Routledge, 2000.



lunes, 22 de marzo de 2010

Konradin

Tras la muerte de su esposa en 1872 y antes de regresar a su destino en la policía de Bengala, Charles Augustus Munro dejó a sus tres hijos, de entre dos y cuatro años, al cuidado de su madre y sus dos hermanas en Broadgate Villa, en el pueblo de Pilton, dos kilómetros al norte de Barnstaple (Devon).



Según el relato de Ethel Munro, «el médico de la familia en Barnstaple, a quien los mayores consideraban como un oráculo, declaró que ninguno de los tres llegaría a la edad adulta». Hector, el más pequeño de los tres hermanos, era también el más delicado. Las tías lo llamaban Chickie («Pollito») y le ahorraron los castigos más severos que acompañaban a toda educación victoriana, una atención de la que no fue objeto su hermano Charlie, un año y medio más grande. Se conserva una foto de Hector a los diez años.



Ante estas precisiones biográficas, resulta difícil no recordar el comienzo de «Sredni Vashtar» (publicado en The Westminster Gazette, 25 de mayo de 1910, y luego, ese mismo año, en Crónicas de Clovis): «Conradin tenía diez años, y el médico de la familia había emitido su opinión profesional de que el niño no viviría otros cinco más».

El nombre de Conradin remite a un personaje histórico que, efectivamente, no llegó a la edad adulta. Conradino de Suabia (1252-1268) fue nieto de Federico II Hohenstaufen e hijo de Conrado IV, de quien quedó huérfano a los dos años. De su abuelo heredó la encarnizada enemistad del papado; de su padre, los reinos de Alemania, Sicilia y Jerusalén.

Conradino no consiguió reinar en ninguno de esos territorios: el papa Inocencio IV intentó coronar otro rey en Sicilia; su sucesor, Alejandro IV, ofreció los territorios alemanes a Alfonso X de Castilla; y nunca tuvo ocasión de viajar a Jerusalén para reclamar su corona. Aprovechando la minoría de edad de Conradino, su tío Manfredo, uno de los hijos ilegítimos de Federico II, consiguió apoderarse de Sicilia actuando como regente; sin embargo, Manfredo murió en 1266 en la batalla de Benevento frente a las tropas de Carlos de Anjou, que contaba con el apoyo del nuevo papa Clemente IV. Conradino intentó entonces recuperar el reino de Sicilia. Abandonó Suabia, entró en Italia en el otoño de 1267 y fue aclamado en todas las ciudades que encontró a su paso. La misma Roma se rindió ante él. Según cuenta el historiador británico Steven Runciman:

La llegada de Conradino a Roma el 24 de julio fue saludada con escenas de histérico entusiasmo. Nunca la ciudad papal había otorgado un recibimiento tan tumultuoso a un enemigo declarado de la Santa Sede. Las multitudes lo recibieron entonando himnos de alabanza y arrojando flores a su paso. Las calles se engalanaron con sedas y terciopelos. Todo el mundo se vistió de gala. Se celebraron juegos en el Campo de Marte y procesiones con antorchas por la noche. El rey niño, con su belleza y su encanto, fue tratado casi como un dios.

Como había hecho con su tío, Carlos de Anjou decidió detener el avance del Hohenstaufen y, el 23 de agosto de 1268, se enfrentó a él en la batalla de Tagliacozzo, que terminó con la derrota de Conradino. Su captura se produjo pocos días después. Tras un simulacro de juicio, en el que se le acusó de robo y traición, fue condenado a muerte.


La decapitación tuvo lugar en lo que es hoy la Piazza del Mercato de Nápoles el 29 de octubre de 1268. Su tumba se encuentra en el mismo sitio, en la iglesia de Santa Maria del Carmine. Con él se extinguió un linaje, el de los Hohenstaufen, que había hecho temblar a varios papas.

El juicio y la muerte de Conradino estremecieron la conciencia de Europa. Para Dante, que escribió medio siglo más tarde, Conradino fue una víctima inocente. Incluso el papa quedó consternado, por más que se alegrara de ver la extinción de la estirpe de la víbora. El historiador güelfo Villani mostró un profundo interés en limpiar el recuerdo de Clemente de toda sospecha de complicidad. Hasta el día de hoy, Carlos es por lo general condenado,  incluso por los franceses deseosos de excusar al más capaz de los Hijos de Francia. Para los alemanes. siempre ha sido el mayor crimen de la historia. Siglos más tarde, el poeta Heine escribió sobre el episodio con amargura.



Fuentes:
MUNRO, Ethel, «Biography of Saki», en H. H. MUNRO (Saki), The Square Egg, Londres, John Lane, 1924.
RUNCIMAN, Steven, The Sicilian Vespers: A History of the Mediterranean World in the Later Thirteenth Century, Cambridge, Cambridge University Press, 1992.

lunes, 15 de marzo de 2010

Tres batallas

Tras su llegada a Francia en noviembre de 1915, Hector Munro participaría en tres batallas durante la primavera, el verano y el otoño de 1916: Vimy, Delville y Ancre.

La cresta de Vimy fue tomada por los alemanes nada más empezar la guerra, en octubre de 1914. En los primeros meses de 1916 sería objeto de enfrentamientos entre alemanes y británicos (que acababan de sustituir a los franceses en esa posición) y finalmente los canadienses la conquistaron en abril de 1917. Munro participó en los combates entablados en la primavera de 1916.

A continuación, su batallón tomó parte en los combates de la ofensiva del Somme, que se inició el 1 de julio de 1916. La orden de ataque debía ser dada por la explosión simultánea de una serie de minas a lo largo del frente. Sin embargo, una de ellas, colocada bajo una concentración de puestos de ametralladoras alemanes llamado Reducto Hawthorn, en Beaumont-Hamel, se hizo explotar unos minutos antes, a las 7.20 h. A pesar del empleo de 20 toneladas de amonal, los resultados no fueron los vaticinados. La explosión alertó a los alemanes, que conquistaron el cráter y frenaron el avance británico. La detonación fue filmada por Geoffrey Malins para La batalla del Somme, el primer largometraje documental con escenas reales de guerra. La película está incluida hoy en el Registro de la Memoria del Mundo de la UNESCO:


Se considera que el 1 de julio de 1916 fue, para el ejército británico, el más desastroso de toda su historia: 57.000 soldados murieron a cambio de ocho kilómetros cuadrados de terreno ganado. La batalla del Somme se prolongó durante cuatro meses y medio más, y las tropas de las Entente lograron recuperar, en el punto de mayor penetración, once kilómetros. Murieron 432.000 soldados británicos.

En julio y agosto, Munro luchó en la batalla del bosque de Delville, rebautizado en inglés como Devil's Wood, el bosque del Diablo.


La tercera y última batalla de Munro fue en el Ancre, donde franceses y británicos unieron sus fuerzas en el acto final de la ofensiva del Somme. Se inició a las 5.45 h del 13 de noviembre de 1916 con la detonación de 13 toneladas de amonal en el mismo lugar de la explosión del 1 de julio. El cráter, que forma la figura de un ocho, aún existe hoy. La ofensiva del Somme finalizaría el 18 de noviembre. La mitad de los soldados británicos que lucharon en el Somme no volvieron a hacerlo nunca más. Entre ellos, Hector Munro, que murió en la madrugada del 14 de noviembre en Beaumont-Hamel, principio y final de la batalla del Somme.


En los cuentos de Saki, encontramos lo más parecido a una descripción de sus experiencias bélicas en «Los pájaros en el frente occidental», que se publicó de forma póstuma en El huevo cuadrado (1924) y que contiene una referencia al bosque de Delville:

En el extremo de un bosque asolado (que se ha ganado un nombre en la historia, pero que aquí permanecerá innominado), en un momento en que la lidita, la metralla y el fuego de ametralladora barrían, azotaban y arrasaban ese abnegado lugar como si la artillería de una división entera se hubiera concentrado de pronto sobre él, una pequeña hembra de pinzón se puso a revolotear melancólicamente de un lado a otro, entre ramas astilladas y caídas en las que no quedaba una ramita verde. Los heridos que allí yacían, en caso de que alguno se fijara en el pajarito, bien pudieron preguntarse por qué algo con alas y sin ningún motivo apremiante para quedarse ahí decidía permanecer en semejante lugar. Había un huerto destrozado junto al asolado bosque, y la probable explicación de la presencia del pájaro era que tenía un nido con crías a las que era incapaz de alimentar por miedo y de abandonar por lealtad. Más tarde, una pequeña bandada de pinzones se adentró por error en el bosque, que sin duda acostumbraban a utilizar como camino de paso hacia sus zonas de alimentación; a diferencia del solitario pinzón hembra, no ocultaron en absoluto su deseo de salir de ahí tan aprisa como se lo permitiera su aturdido ingenio. El único otro pájaro que vi ahí fue una urraca volando bajo sobre los restos de las ramas caídas; «Una es dolor», dice la superstición popular. El dolor abundaba en ese bosque.


Fuentes:
PRIOR, Robin, y Trevor WILSON, The Somme, New Haven y Londres, Yale University Press, 2006.
MUNRO, H. H. (Saki), Cuentos completos, ed. Juan Gabriel López Guix, Barcelona, Alpha Decay, 2005.

lunes, 8 de marzo de 2010

Periodismo itinerante

En el cuento «El estilo Yarkand», publicado en The Morning Post y luego en Animales y superanimales (1914), Saki se burla de cierta «fiebre nómada que se desató de pronto entre el personal de dirección y redacción de ciertos periódicos londinenses». El impulso migratorio se inició con el traslado de «uno de nuestros semanarios más brillantes» a establecerse temporalmente en París y llevó a su imitación en destinos cada vez más lejanos. La competición, según el relato, hizo que el Daily Intelligencer se adentrara en los desiertos de Asia central y estableciera su redacción en el oasis de Yarkand, en el Turquestán chino.


Esa región fue objeto en 1913-1916 de las exploraciones del arqueólogo húngaro-británico Aurel Stein (1862-1943), quien en una expedición anterior (1907) visitó algo más al este, en Dunhuang, las cuevas de Mogao, o de los Mil Budas, donde compró a un monje taoísta veinte y nueve cajas de manuscritos y objetos de arte; entre ellos, el que se considera libro impreso más antiguo que se conoce, el Sutra del Diamante (c. 868, hoy en la Biblioteca Británica). Sin embargo, la referencia inmediata de la ironía de Saki es una iniciativa de The Bystander, un semanario ilustrado que, desde su fundación en en 1903, se había dedicado a publicar noticias sobre la sociedad londinense. Vivian Carter, su director entre 1908 y 1916, decidió imprimir un sesgo más satírico a la publicación y contó en ese esfuerzo con la colaboración de Hector Munro.


En 1912, a Carter se le ocurrió además dar un aire más comopolita a la revista  (y aumentar con ello sus ventas) trasladando temporalmente a toda la redacción a diferentes capitales europeas, como París, Amsterdam y Berlín. Esa idea constituye la base del cuento de Saki.

La orientación satírica de Carter tuvo éxito. Durante la guerra, The Bystander gozó de gran popularidad, gracias principalmente a los dibujos del capitán Bruce Bairnsfather (1888-1959). Bairnsfather (nacido, como Munro, en la India británica) logró captar  la imagen del tommy británico de un modo que deleitó a su público. Con todo, en febrero de 1916, el semanario tuvo un grave contratiempo con la justicia, cuando se consideró que una de sus viñetas atentaba contra el honor y la moral de las fuerzas de Su Majestad. El propietario de la publicación fue multado con cien libras, y Carter y Bairnsfather, con cincuenta libras cada uno. El dibujo, que llevaba como título «Declarado desaparecido», era el siguiente:


Al parecer, cincuenta libras británicas de 1916 equivalían aproximadamente a las treinta y tres libras (500 rupias) de 1907 pagadas por Aurel Stein a cambio de sus tesoros turquestanos, unos 2.500 euros del 2008.


Fuentes:
GILLEN, Charles, H, H. H. Munro (Saki), Nueva York, Twayne Publishers, 1969.
GORDON, Thomas Edward, The Roof of the World, 1876.
GOSLING, Lucinda, Brushes and Bayonets: Cartoons, Sketches and Paintings of World War I, Oxford, Osprey Publishing, 2008.
SIMONIS, Henry, The Street of Ink. An Intimate History of Journalism, Londres, Cassell and Company, 1917.
STEIN, Aurel, Ruins of Desert of Cathay, 2 vols., Londres, MacMillan And Co., 1912.

lunes, 1 de marzo de 2010

El tigre de Munro

Las noticias sobre la muerte del teniente Hugh Munro enseguida se divulgaron por la India y Gran Bretaña. Es muy posible que el episodio sirviera de inspiración para el órgano mecánico que mandó construir el sultán Fateh Alí Tipu (1750-1799), llamado el Tigre de Mylore, y que representa a un tigre devorando a un soldado británico.




El sultán Tipu, cuyo emblema era efectivamente un tigre, fue hijo de Haidar Alí (c. 1722-1782), y ambos gobernaron el reino de Mysore, en el sur de la India. Se distinguieron por su lucha contra la colonización inglesa de la India y entre los dos emprendieron cuatro guerras contra la Compañía Británica de las Indias Orientales. La primera (1766-1769) se saldó con una rotunda victoria de Mysore. La segunda (1780-1784), en la que uno de los dos jefes militares británicos fue Hector Munro, tío bisabuelo de Hector Hugh Munro, concluyó con una vuelta al statu quo ante bellum. En la tercera (1789-1792), Mysore perdió la mitad de sus dominios. Y, en la cuarta (1798-1799), a pesar de la alianza con los franceses (la invasión de Egipto por parte de Napoleón formó parte del propósito compartido por el sultán —que mantuvo una correspondencia con el Pequeño Corso— de poner coto al dominio británico), murió el propio Tipu en la defensa de la ciudad de Srirangapatna. Tras la toma de esa ciudad, la Compañía Británica de las Indias Orientales se apoderó de su tesoro, que acabó exhibiéndose en el museo londinense de la Compañía a partir de 1808. De ese mismo tesoro procedía el diamante que da nombre a la novela La piedra lunar (1868) de Wilkie Collins (1824-1889). El museo de la Compañía se disolvió en 1879, y sus fondos se encuentran hoy en el Museo de Victoria y Alberto, en Londres.

El episodio de la muerte del teniente Munro fue reproducido en cerámica en las primeras décadas del siglo XIX por la célebre industria de Staffordshire, que llenaría de figuritas las repisas de todas las chimeneas victorianas. La que se presenta a continuación, realizada en loza perla y datada hacia 1825, se atribuye a Obadiah Sherratt (c. 1775-1846). En la subasta organizada a principos del 2003 por la casa Christie's en Nueva York alcanzó una suma nada despreciable.




Hector Hugh Munro ofreció una versión particularmente sakiana —distante y burlona— de la muerte de su antepasado en «El tigre de la señora Packletide». De todos modos, el enconamiento anticolonial del Tigre de Mysore queda mucho mejor encarnado en el hurón de «Sredni Vashtar».


Fuentes:
BOWRING, Lewin B., Haidar Alí and Tipú Sultán, and the struggle with the Musalmán powers of the South, Londres, Clarendon Press, 1899.
HARLOW, Barbara, y Mia CARTER (eds.), Archives of Empire. Vol. I: From the East India Company to the Suez Canal, Durham (N. C.), Duke University Press, 2003.